Barcelona.


Hace poco tiempo  en uno de esos negocios de curiosidades, encontré un regalo fantástico para los viajeros frecuentes. Es una especie de cartulina con los mapas de todo el mundo en blanco, de modo que cada lugar que se visite va señalado o coloreado.  Compré uno y se lo regalé a una amiga que viaja continuamente  y, por supuesto, llevé uno para mí. Cuando comparamos nuestros mapas el mio conservaba aun muchos puntos pálidos  y el de ella un rico multicolorido por todos los  continentes. Por fortuna, y para no morir de la envidia ya en mi poder tenía dos billetes para Barcelona  y un par de lápices de color para rellenar en mi mapa la espléndida ciudad española.

Mi esposo y yo llegamos a Barcelona un lunes de finales de agosto, cuando el agresivo sol de verano ya comienza a dar signos de piedad.  Confieso que no una ni dos veces he escuchado que por la ciudad se mueven ladrones y carteristas buscando presa fácil. Por desgracia pudimos comprobarlo en carne propia.
Después de superado el impase  comenzamos nuestro fantástico giro.  Pudimos haber tomado el bus turístico  que cuesta 30 euros por persona y recorre la ciudad mostrando los lugares  más atractivos, pero dado que los amigos de lo ajeno nos dejaron un buen “roto” en el bolsillo,  nos hicimos a un billete de 10 viajes en transporte público que cuesta 10 euros con 20 centèsimos. Ojo,  es una excelente opción, porque tomar el autobus y pagar el pasaje  al subir, cuesta 2 euros con 20.

Nuestra primera parada fue en la maravillosa Plaza de España. Aunque estábamos armados de mapa en mano,  descubrimos la plaza por casualidad dado que varias lineas de buses terminan allí su recorrido. Incluso un  autobus  circular que viaja entre el aeropuerto y el centro de Barcelona por algo más de 5 euros,  se estaciona justo allí.
La vista en la plaza de España es encantadora desde todos los ángulos.  Nos cruzamos con gente de todo el mundo engrosando  involuntarias filas que se  mueven  como danzando al mismo ritmo absorbidos  por el panorama.  La mezcla de distintos acentos, razas y sonidos callejeros es uno de los condimentos que hace de la ciudad un exquisito plato .

Ya con los ojos de turista abiertos al máximo y   convencidos de  que fuese una plaza de toros,  nos dejamos seducir por  La Arena, una enorme construcción   que justamente  fue,  a inicios del siglo pasado,   el lugar de encuentro taurino de Barcelona.   El externo  se conserva  intacto como debió ser un su época dorada  de la tauromaquia pero en sus entrañas  el ruedo y las tribunas  desaparecieron  para dar paso a un moderno   centro comercial.  Entramos con la esperanza de no ser víctimas del consumismo en el  grande espacio lleno de negocios,  para  subir   a la terraza que rodea toda la parte superior de La Arena curiosos por  descubrir  y fotografiar  la magia de la ciudad desde lo alto,  pero además  porque nos atrajo un imponente monumento  que se  divisa desde la plaza  y que parece un gran templo   por su   gigantesca cúpula semejante a la de la Catedral de San Pedro en el Vaticano.  Es el Museo de Arte de Cataluña.

Nos desplazamos a pie desde la plaza en dirección del monte de Montjuic (es muy cerca), para saciar nuestra curiosidad .  El ingreso ya es por si solo una obra de arte.  Nosotros lo visitamos cerca del medio día  cuando el sol se esconde detrás y deja ver la silueta  detallada  como una perfecta escultura.   Dicen que en la noche la iluminación le da otra espectacular  vista. ¡No lo dudo!   Ya en el interno ,  quedamos  con la boca abierta de ver tantas y tan maravillosas  pinturas y esculturas que muestran el colorido y  la esencia de la  cultura catalana.  Los muros sostienen  la historia que salta entre el período románico, el  renacimiento y  el barroco. Dicho así suena poco convicente, pero  el juego entre las exposiciones y el espectador, aun sin ser experto,   es de una sincronía deliciosa.  Es un buen plan.   La entrada cuesta 12 euros  y da derecho a visitarlo dos veces en el periodo de dos meses.   

Si en vez del arte prefiere el deporte, muy cerca, sobre la misma vía se encuentra el museo olímpico.  La construcción que alojó los Juegos Olímpicos  de  Barcelona en 1992  reposa intacta  para  complacer la vista del visitante. La oportunidad es única. Vale detenerse en medio, cerrar los ojos e imaginar cuántas banderas se alzaron, cuántas camisetas se sudaron y  cuántas lágrimas  rodaron por la oportunidad que pudo haber sido y no fue. Es una zona que para los amantes del deporte y de los hechos históricos produce sensaciones absolutamente románticas. La mezcla de pasión, poder, competencia y  estética cumple la función de retroceder por un momento en los años.

Hablando de deportes, Barcelona cuenta con lo que hace rato  dejó de ser un estadio para convertirse en monumento dedicado al fútbol. El Camp Nou le regaló a los catalanes la oportunidad de ser únicos, de mostrarle al mundo una cultura múltiple y absolutamente rica. Recorrer las inmediaciones es la mejor prueba del poderío. Dentro de la discusión política catalana uno de los puntos más agrestes es la posibilidad de ver una Liga Española sin el FC Barcelona. Claro, la ciudadela del club además del estadio principal tiene un complejo deportivo más que digno, organizado y absolutamente competitivo. Da placer entrar y ver la cantidad de deportistas de diferentes disciplinas identificados con el escudo barcelonista dando un paseo por lo que ellos consideran, su hogar.  

Con las baterias recargadas y las ganas de seguir impregnándonos de la magia española, nos fuimos de caminata por la Rambla.  ¡Que maravilla!  La Rambla  es un bulevar  de  kilómetro y medio  en la que  es imposible no detenerse a comprar, a comer, a beber o simplemente a observar. Arranca en la Plaza de Cataluña, modesta  pero emblemática de la ciudad,  y termina en el antiguo puerto, donde se erige la estatua de Cristobal Colón señalando en dirección del continente americano.  
En la Rambla nada pasa desapercibido y es imposible, al menos para el turista en su primera vez, caminarla de un solo golpe.  Las calles  que allí desembocan invitan a  perderse entre  típicos caseríos medievales que dan su toque historico a la modernidad. En uno de esos callejones nos encontramos con el Mercado de la Boquería. ¡Fantástico! Es uno de esos lugares  de antaño en los  que el apetito se abre despiadadamente.  Los ojos alertan el sentido del gusto entre frutas y verduras de todo tipo , jamones y embutidos típicos, vinos y otros licores, dulces, panes,  conservas, aromas, condimentos, hierbas, carnes, pescados, frutos de mar. Mejor dicho,  hay que preparar el paladar y la mesa para aprovechar al menos una parte de esta magnifica oferta en La Boquería,  uno de los mercados más antiguos de Europa.
Caminando por los mismos callejones nos apareció de frente una grandiosa   basilica de fachada gótica que ha escrito la historia del cristianismo  en Barcelona desde hace algo más de siete siglos.  Es la Catedral de Barcelona y  es  conocida también como Seu o Catedral de la Santa Cruz y Santa Eulalia. Justamente en su interior  reposan los restos de la Santa Eulalia quien entregó la vida defendiendo su fe en el cristianismo.  El ingreso tiene costo de 7 euros si el objetivo es una visita turística.
Después de ese baño de sabores, colores y el toque espiritual   dimos un salto al otro extremo.  Imposible sentarse a ver pasar la vida cuando es ella que te toma de la mano, te tira  y te muestra que hay mundos excéntricos que merecen ser al menos contemplados.   
El Paseo de Gracia es uno de ellos. Así se llama  una de las avenidas más famosas  de Barcelona y de la Cataluña  que pasó de ser un simple camino rural a la ostentosa vía  de la burguesía.    Es la calle del shopping de lujo,  la de los coches de gama alta, de los hoteles de cinco estrellas  y también el lugar para soñar despierto mirando y admirando impresionantes  edificaciones que se salen de la realidad. Casa Baltlló, Casa Amatller, Casa Milá y otras más,   son  particulares construcciones que se encuentran a lo largo de la avenida y que fueron diseñadas por arquitectos modernistas del inicio del siglo pasado como Antoni Gaudí .   Lo curioso es que superan  la arquitectura convencional con sus novedosos diseños en formas irregulares y coloridas   y  describen en sus exteriores e interiores   distintas  epocas de la historia.    No por nada, fueron catalogadas como patrimonio de la humanidad.

Este paseo de Gracia nos soprendía a cada paso por  la experiencia visual y sensorial.  Si se le antoja y el bolsillo se lo permite dese un gustico en una de las  tiendas de lujo. Los saldos de final de temporadas suelen ser la oportunidad perfecta.

Ya entrados en confianza con Gaudí, que se respira por todos los rincones de la ciudad, nos fuimos a perseguir otros de sus particulares  diseños. La impresionante catedral de la Sagrada Familia y el park Güell.

El Park Güell es, justamente,  un gran parque que se encuentra en la parte alta de la ciudad.  En realidad es un inmenso  terreno que perteneció a  un rico hacendado español de apellido Güell, en el cual sería construída una exclusiva urbanización   a comienzos del 1900.  Las obras avanzaron como previsto  y  se construyó como modelo   una primera casa diseñada por Gaudí. ¡Espectacular!  
Por desgracia  o por fortuna  el proyecto no tuvo el final esperado   y poco a poco el lugar se convirtió en un escenario público y un referente para turistas y locales.   La casa, que nunca fue habitada,  es una enorme y particular  mansión  colorida y pluriforme cuyos grandes salones y exteriores exhiben la magia de la creatividad de Gaudí.  No hay un milímetro abandonado a la  improvisación.  Vale la pena  detenerse a  contemplar los techos, las figuras decorativas y hasta las bancas de la terraza. 

 Cada elemento  está fabricado  artesanalmente con  materiales en cerámica y vidrio de diversos tipos y colores   y acomodados  cuidadosamente . Una segunda casa de dimensiones mas pequeñas, con las mismas caracteríticas  y no menos espectacular,  fue construída para el  guardia de vigilancia. ìMegalomaníacos!




Sumado a esto  la posición geográfica es otro privilegio. El panorama no es otro que la modernidad de la ciudad apreciada desde lo alto a orillas de un azul mar mediterráneo. ¡Relajante!  La visita a la casa cuesta 8 euros pero antes de entrar conviene dar una vuelta por los jardines exteriores, que entre otras cosas están muy bien conservados,  y no hay que pagar el ingreso.  La naturaleza y la creatividad de Gaudí dejan una maravillosa sensación.

No muy lejos del Park Güell se encuentra la Catedral de la Sagrada Familia, el monumento más famoso de la ciudad.   Es la carta de presentación del famoso Gaudí ante el mundo, como él mismo lo pronosticó cuando a escasos 36 años  se tomó las riendas de la construcción  ya iniciada a  finales del siglo XIX.  No es para menos.  Este símbolo artístico y espiritual  es  imponente por dentro y fuera.    En sus fachadas  figuran    impecablemente  esculturas  a gran escala de  distintos  pasajes de la  Biblia  . Uno de ellos justamente es el nacimiento de Jesús en el pesebre que  simboliza la vida y la felicidad.  Una segunda fachada   describe el dolor y el padecimiento de la muerte del redentor   y  una más  que  se encuentra en construcción y que será el ingreso principal,   encarna   la gloria y el infierno,  la muerte, el fin, el apocalipsis.   Ya son cinco generaciones que han visto tomar forma a la majestuosa construcción  que  tiene previsto ser   terminada en  2026, justo para el aniversario de la muerte  del gran Gaudí. 



Imposible no fotografiarla desde todos los ángulos. Rios de turistas de todo el mundo, sin importar credo ni religión la  recorren, la admiran y perpetuan el recuerdo  en  cada detalle.   Por esta razón es imposible  aventurarse para ingresar sobretodo en las altas temporadas.  Es aconsejable reservar las entradas. Via internet  cuestan alrededor de 15 euros o 18 si se compran en la taquilla.    

El interior de la  basílica es una alianza entre el culto y la naturaleza.  Las naves principales están soportadas  por altos postes que conforman, como lo ideó el arquitecto,   un complejo bosque de piedra.  Los recorridos no tienen límite de tiempo  y vale la pena detallar  minuciosamente  el estilo contemporáneo del cristianismo.  La iglesia aun sin terminar es escenario de misas diarias y de conmemoraciones  especiales. De hecho el Papa emérito Benedicto XVI  celebró una  liturgia de bendición   en 2010  para festejar  los 128 años de la postura de la primera piedra.  

Barcelona, además de todos sus privilegios se encuentra a la orilla del mar  y la playa pùblica no  es pequeña. Si la visita en temporada de primavera o verano, tome el autobus,   meta en el bolso el  vestido de baño y una crema para proteger la piel o para broncearla y bájese en la parada Barceloneta. A unos pocos pasos  el mediterráneo invita a sumergirse.    Si por el contrario hace frio, el mar es siempre un buen amigo.  El paseo marítimo  es enorme y está lleno de lugares para comer, para hacer compras, se realizan conciertos y festivales de música, o simplemente es un sitio  perfecto para saludables caminatas. 

Confieso que la oferta turística de Barcelona  es casi que inagotable y para mi pesar en nuestro mapa turístico de la ciudad quedaron varios lugares sin visitar.  Hay barrios emblemáticos que vale la pena visitar,  también el museo de Picasso,  “Il poble Espanyol” que es el lugar que reúne y describe  en pocos metros  cada una de las regiones de España...mejor dicho mi próximo viaje será Barcelona, segunda parte. !Decidido!


¡Hasta pronto!

 

 




Comentarios

Entradas populares