De pérdidas de memoria y otros virus

Me preguntaron, de dónde salen todas estas letras.  Yo también me lo pregunto. Talvez esperaban una ventana para saltar y hacerse ver.  Hoy me vino a la memoria la mamá de alguien que conozco.  Un ser imaginario  para mi, nunca la he visto. Sé que sus recuerdos se durmieron eternamente, se anticiparon a su despedida final. Ella sobrevivió a los misiles de la guerra y a la hambruna de la post-guerra. Está cerca de llegar a cien años. A su alrededor  pasa la gente que la acude, pasan sus hijos, nietos y bisnietos. Pasa una pandemia. Pasa el tiempo.  Ella vive en una dimensión desconocida. No sabe de abrazos aplazados ni de barreras invisibles. No cuenta las horas para salir a la calle.  Las cifras que nos están torturando  no tienen entrada en su mundo irreal.  El informativo repite y repite. Médicos piden ayuda. Quédate en casa, dicen. Ni el papa Francisco hace caso. Se escapa. Va a elevar la plegaria fuera de sus muros. Tengan fe, eso dice. De algo nos tenemos que agarrar. Del misticismo o de la medicina. De la magia o de la realidad.  Me viene de nuevo a la mente la señora.  En su mundo desteñido, sin luz, sin imágenes nítidas de su pasado. Tengo miedo de refundir mis recuerdos en el desorden de mi mente. Necesito apagar el interruptor de mi memoria por un tiempo. Solo por un tiempo. Y volverlo a encender. Y que todo haya pasado.

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